lunes, 20 de diciembre de 2010
Si duele un recuerdo te cura el olvido.
La otra noche habiamos decidido irnos a cenar. Tenía que haber sido una velada romántica. Él, la noche y yo. Pero todo se torció. Mi garganta ardía y mi cabeza me martilleaba. Así que, él, como buen caballero, me llevó a casa. La noche era fría y su brazo rodeaba mi hombro mientras mi mano acariciaba la suya. Llegamos a casa y mientras yo me cambiaba, él me esperaba apoyado contra la pared. Cogió mi mano y me sentó en el sofá encima de sus piernas, me tapó con la manta y apoyó mi cabeza en su hombro. Cerré los ojos oliendo su perfume.
- El martes me di cuenta de que me querías de verdad -dije riendo- Por que me viste hacer el ridículo de una manera impresionante y aun así, sigues conmigo.
Por el rabillo del ojo pude comprobar como se reía mientras me acariciaba el pelo. Seguí hablando, numerando mis millones de defectos y a lo que él contestaba con silencio y más caricias.
-Yo te quiero tal y como eres -dijo susurrando. Entonces, sonreí, me cogió el mentón y me besó haciendome sentir, una vez más, como si pudiese volar.
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